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"Casado, casa quiere". Así dice un antiguo aforismo. Pero los tiempos han cambiado. La emancipación en la actualidad no pasa por un estado civil concreto. Muchos jóvenes dejan la casa paterna mientras estudian. Otros, cuando empiezan a trabajar. Por eso, una de las grandes preguntas en materia de vivienda es cuándo dejar de arrendar para invertir en la compra de un bien raíz propio.
Nicolás Izquierdo, subgerente de estudios de Portalinmobiliario.com, dice que ya teniendo el ahorro para el pie, entra el ejercicio racional de si invertirlo en una vivienda o en otros instrumentos de inversión. “Aquí es donde juega un rol clave el tiempo que se tiene pronosticado usar la vivienda, pues esta compra, sin duda, es una inversión a largo plazo”, añade.
Y si bien plantea que durante la juventud no existe una edad óptima predefinida para comprar, sí hay que atender a los límites conforme las personas se hacen mayores. “A medida que se avanza en edad, los créditos hipotecarios a largo plazo se van poniendo más restrictivos en base a la expectativa de vida del cliente y el plazo al que quieren tomar el crédito”, añade.
Según actores del negocio inmobiliario, arrendar es una opción que ofrece sobre todo flexibilidad, ligada a las condiciones del inquilino (aumento o disminución del grupo familiar, situación laboral, etc.) y que no requiere una gran inversión inicial (el equivalente a unos tres meses de alquiler).
Por lo mismo, la comparación entre el valor del dividendo y el de un alquiler no puede hacerse a la ligera. Y lo ejemplifican con el hecho de vivir en un barrio consolidado, como Providencia o Las Condes: pocas veces se puede comprar una vivienda o departamento en la misma zona en donde se está arrendando. De ahí que siempre se diga que una de las “ganancias” de arrendar es que permite vivir en mejores casas y barrios que cuando el interesado está en condiciones de convertirse en propietario.
Ello, debido a que el tamaño del crédito hipotecario al que se puede acceder depende de la renta: el dividendo a pagar no debe superar el 25% del ingreso individual o el 12% del familiar.
Además, cuando se compra no sólo se pagan el dividendo y los impuestos territoriales, sino que hay que añadir los gastos de mantenimiento. Claro que el dueño de casa puede hacer modificaciones: cambiar pisos, pintar, dar otros usos a ciertos espacios, etc.
El pie
En Chile, el negocio inmobiliario ofrece rentabilidades de aproximadamente un 5% a 7% anual, casi el doble de lo que rinde un depó- sito a plazo hoy, por lo que la compra sería más ventajosa. Pero si la adquisición está pensada para arrendar posteriormente hay que considerar el riesgo de no encontrar inquilinos.
Otro elemento a tener en cuenta son las restricciones al financiamiento hipotecario. Desde enero de este año comenzó a regir una norma de la Superintendencia de Bancos (Sbif) que desincentiva los préstamos por más del 80% del valor de una vivienda. Esto implica que el ahorro previo de las personas ya no debe ser de 10%, como ocurría hasta el año pasado, sino de 20%.
En ese sentido, Cristián Lecaros, CEO de Inversión Fácil, sostiene que ante un escenario de desaceleración y desempleo al alza, su “recomendación sería siempre poder comprar un bien raíz en la medida en que el valor del dividendo del crédito hipotecario en cuestión no sea más de un 30% como tope del ingreso líquido disponible”.
Fuente: Diario La Tercera
Periodista: Claudio Reyes
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